Para mantener su estado abierto y la continuidad del espacio, se decidió cubrir el campo polideportivo sin cerrarlo completamente por ninguno de sus lados, ya que cada lado se trata de manera precisa con su entorno. La marquesina se caracteriza así por su ingravidez: el conjunto de elementos metálicos blancos se sostiene sobre dos pantallas de hormigón estratégicamente colocadas para liberar las esquinas, y sobre columnas de acero en las fachadas delantera y trasera. “A través del contraste de materiales, la estructura parece estable sobre los soportes; casi flota”, explican Jorge Perea, Amado Martín y Samuel Lovett, arquitectos de JPAM.

Las fachadas se componen de paneles transparentes cortados a diferentes alturas para crear una envolvente excepcional con una doble lectura: desde el exterior aparece como un volumen abstracto y sólido y, a su vez, al entrar bajo su cobijo, permite que el perfil del entorno urbano y el paso de la luz natural para filtrarse a través del mismo.

La inclinación de la cubierta hace que el volumen hacia la calle minimice el impacto visual con una altura sutil, alcanzando la máxima altura hacia el frente, donde se abre al paisaje, enmarcando las vistas de la actividad deportiva y el paisaje circundante. Valle del Llobregat.

Por la noche, la iluminación interior transforma la percepción que tiene el complejo de la ciudad. “La luz interior es una atracción, permite que la ciudad sea parte de la actividad que ocurre en el interior y, al mismo tiempo, la estructura parece clara y luminosa”, señala JPAM. La marquesina se convierte en un elemento definitorio que redefine el paisaje urbano de Paleja.